Resumen:
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Es complejo o arriesgado abordar las disimiles formas humanas de mostrar nuestras radicalidades, porque cuando se despliega el mundo de los extremos lucimos débiles, bastante pobres para vivir juntos, precarios para resolver los problemas sociales que nos conmueven o aquejan. Se insiste en libros poéticos, jurídicos, sagrados, políticos, científicos y hasta filosóficos para confrontar nuestras radicalidades; algunos de esos textos son radicales en sí mismos, ciegos y sordos en lo que atacan y en lo que proponen resolver. Un choque de culturas o de intereses desencadena un desencuentro de enceguecidos-sordos cuyos desenlaces no logran intuirse, pero que terminan por padecer los grupos humanos y su propio entorno. A las cegueras y sorderas no físicas sino lingüísticas y culturales les debemos guerras, divisiones, odios y venganzas consumadas en penosas histerias “historizadas”.
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