Resumen:
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Las relaciones entre desarrollo sostenible y la industria del seguro encuentran su origen en la propia noción de sostenibilidad. La sostenibilidad, tal como fue definida en la primera Cumbre de la Tierra de 1992, evoca un objetivo de desarrollo donde sus elementos vertebradores eran el largo plazo en la búsqueda de la equidad intra e intergeneracional, la gestión de impactos y -en su versión precautoria- la anticipación a los riesgos, principios que delimitan un mínimo y crítico común denominador con los presupuestos operativos del sector asegurador.
El valor económico del desarrollo sostenible aparece ligado a la optimización de la utilización de los bienes, de ahí que la prolongación de su vida útil hará pivotar el valor añadido de los bienes y servicios no ya en la productividad sino en la innovación y en la conservación del capital natural y los activos existentes. En este contexto, el término de la asegurabilidad constituye el instrumento de mercado que más se adecúa para la consecución de la sostenibilidad, convocando en un mismo plano, la responsabilidad y diligencia de cada asegurado para limitar las pérdidas de sus activos, por un lado, y por otro, la capacidad de la industria aseguradora para promover las innovaciones necesarias para favorecer la sostenibilidad al tener encomendada la valoración y gestión de los riesgos medioambientales, sociales, y de gobernanza –ASG-, y la prevención de pérdidas y su mitigación.
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