Resumen:
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A lo largo de más de una década de intervención internacional, Afganistán ha sido el laboratorio donde se ha gestado un nuevo modelo de reconstrucción de Estados, combinando elementos militares y civiles con un objetivo común –la estabilización y la democratización–, pero llevando a la práctica instrumentos diferenciados. Desde la óptica de la seguridad, dos operaciones centrales se desarrollan en el teatro afgano: la Operación Libertad Duradera (O.E.F. en sus siglas en inglés) liderada por los Estados Unidos (EE.UU.), con el objetivo de eliminar al movimiento talibán y Al Qaeda; y la International Secutity Assistance Force (I.S.A.F.), al abrigo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (O.T.A.N.) y del paraguas jurídico de las Naciones Unidas (NN.UU.), con la misión de reconstruir física y políticamente el país, capacitar a las fuerzas de seguridad afganas, sumando un tercer elemento, contribuir a la buena gobernanza.
En el laboratorio afgano se ha puesto a prueba la eficacia de la acción exterior española desde tres visiones diferentes pero directamente relacionadas: la Defensa, el Desarrollo y la Diplomacia –Las 3D–. Esta fórmula ha sido la empelada con el fin de dar solución a la inestabilidad de Afganistán y, por consiguiente, sentar los cimientos de la paz. El compromiso español en Afganistán ha alcanzado el mayor desembolso económico y despliegue de fuerza de todas las intervenciones internacionales en las que ha participado. Es, por tanto, una intervención que responde a los compromisos de nuestro país con los organismos internacionales y con el multilateralismo activo pero, también, ha estado condicionado por otro tipo de decisiones de profundo carácter político.
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