Resumen:
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La Enfermedad de Parkinson (EP) es la segunda enfermedad neurodegenerativa crónica con mayor incidencia después de la Enfermedad de Alzheimer, y sus síntomas más característicos son el temblor, la lentitud al realizar movimientos, sobre todo automáticos, la rigidez y la inestabilidad postural. El origen de los síntomas de la EP se debe a una pérdida progresiva de las neuronas dopaminérgicas localizadas en la sustancia nigra pars compacta asociada a una denervación dopaminérgica del estriado. En la actualidad, la única terapia eficaz es la de reemplazo dopaminérgico, que tras el uso continuado acaba perdiendo efectividad y provocando disquinesia como efecto secundario. Hasta el momento los únicos tratamientos existentes están enfocados al alivio de los síntomas, pero no se ha encontrado aún un remedio a la muerte neuronal que los provoca. El Sistema Endocannabinoide está formado por una serie de lípidos endógenos, sus receptores celulares y sus enzimas de degradación y síntesis. Está implicado en multitud de mecanismos de señalización y se ha postulado como diana para el tratamiento de la EP debido a los cambios que sufre durante el transcurso de esta enfermedad, así como por su papel regulador de la inflamación, estrés oxidativo, excitotoxicidad y otros eventos patogénicos. El principal reto en este momento es el de profundizar en la identificación de los cambios que sufre el Sistema Endocannabinoide durante el transcurso de la EP con el fin de encontrar nuevos posibles biomarcadores, y, sobre todo, identificar dianas farmacológicas y desarrollar nuevas terapias dirigidas no solo al alivio de los síntomas de la enfermedad, sino al retraso de la muerte neuronal que se produce en la sustancia nigra de los pacientes. Así, una de las estrategias a seguir en la terapia de la EP sería encontrar moléculas cannabinoides que posean capacidad para controlar los eventos inflamatorios, principalmente a través de la activación del receptor cannabinoide CB2 o la familia de los receptores nucleares PPAR, proporcionando neuroprotección, y que alivien síntomas específicos como la bradiquinesia mediante el bloqueo de los receptores CB1. También sería interesante que tuviesen un perfil antioxidante y posean capacidad para disminuir la lesión oxidativa, actuando como lavadores de especies reactivas de oxígeno o, mejor aún, mediante la activación de las vías endógenas de respuesta antioxidante (Nrf-2, PPAR). Incluso se podría combinar estas moléculas con dosis de L-DOPA menos pro-disquinéticas para seguir conservando el efecto terapéutico de ésta, pero disminuyendo el riesgo de sufrir efectos secundarios...
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