Resumen:
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Los lisofosfolípidos son derivados lípidicos con funciones tanto estructurales como de señalización, por lo que juegan un papel fundamental en humanos y otros mamíferos. El análisis de lisofosfolípidos en fluidos humanos de pacientes con diferentes condiciones patológicas revela no sólo la importancia de los lisofosfolípidos y de sus receptores en enfermedades humanas, sino también sus potenciales aplicaciones como biomarcadores y/o dianas terapéuticas.1,2 Entre ellos, destaca el ácido lisofosfatídico (LPA) debido a su implicación en la regulación de procesos fisiológicos y patológicos de importancia a través de la activación de sus receptores correspondientes LPA1–6,3-5 todos ellos pertenecientes a la superfamilia de los receptores acoplados a proteínas G (GPCRs). El LPA regula una amplia variedad de actividades biológicas, especialmente en el desarrollo y el funcionamiento del sistema nervioso.6,7 Considerando los numerosos efectos producidos por el LPA en diferentes tipos celulares del sistema nervioso y la sobreexpresión de los receptores de LPA como consecuencia de un daño neuronal observado tanto en ratones como en humanos, es probable que el LPA regule aspectos esenciales en la reorganización celular después de un trauma neuronal.8 Entre todas las neuropatologías donde el LPA juega un papel importante, el dolor neuropático9-13 y el daño medular14-16 son condiciones con una elevada incidencia y altamente incapacitantes, que actualmente carecen de terapias específicas. En este contexto, los receptores LPA1 y LPA2 se han relacionado con estas patologías,17,18 pero la falta de agonistas y antagonistas potentes y selectivos ha dificultado el estudio de sus funciones específicas. Por tanto, en este trabajo, hemos abordado el desarrollo de ambos tipos de compuestos para así tratar de esclarecer la función de los receptores LPA1 y LPA2 en el dolor neuropático y en el daño medular...
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