Resumen:
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La 3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA), comúnmente denominada éxtasis, es una droga psicoactiva de diseño cuya administración periférica produce liberación masiva e inmediata de monoaminas [1] y neurotoxicidad serotoninérgica a largo plazo [2-6]. A corto plazo activa la respuesta neuroinflamatoria [7-10] e induce hipertermia [1, 11] en correlación a la magnitud del daño neurotóxico en ratas. Tanto el metabolismo de la MDMA como el de las monoaminas induce de forma inmediata la generación de especies reactivas de oxígeno que participan notablemente en la neurotoxicidad [1]. Algunos de estos efectos, concretamente el intenso estrés oxidativo, la activación de la respuesta inflamatoria y la hipertermia cerebral, son factores implicados en la alteración de la barrera hematoencefálica (BHE) en patologías como la isquemia, la esclerosis múltiple, la epilepsia o las enfermedades neurodegenerativas, [12-20]. Las citoquinas proinflamatorias (IL-1?, IL-6 y TNF-?) y las especies reactivas de oxígeno pueden modificar la permeabilidad o integridad de la BHE a través de la producción o activación de proteasas [15, 21]. La microglía y los astrocitos son capaces de producir estos mediadores durante la respuesta neuroinflamatoria. Uno de los principales receptores involucrados en la activación glial en condiciones de daño tisular es el receptor P2X7 [22-25]. Las enzimas proteolíticas metaloproteinasas (MMPs) y serín-proteasas como el activador tisular del plasminógeno (tPA) pueden modular la permeabilidad de la BHE al degradar proteínas de la lámina basal y de las uniones estrechas. El incremento en la actividad de estas proteasas es frecuente en patologías que cursan con alteración la de la barrera [14, 26-29]. Las principales MMPs involucradas en este contexto son las gelatinasas (MMP-2 y MMP-9) y la estromelisina-1 (MMP-3) [15, 30-32]. El tPA participa en la producción y activación de MMP-9 mediante su interacción con el receptor de lipoproteínas de baja densidad tipo 1 (LRP-1) y en la activación de MMP-3 por plasmina que se genera a partir del plasminógeno, su principal sustrato [31, 33, 34]. La alteración de la BHE puede facilitar la entrada de agua al tejido desde la sangre y producirse un desequilibrio electrolítico que desencadenaría la formación de edema vasogénico [35-37]. En conjunto, todas las consecuencias derivadas de la alteración de la BHE contribuirían, en última instancia a producir o agravar el daño tisular, la disfunción neuronal y la neurodegeneración [16]...
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