Resumen:
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Los receptores acoplados a proteínas G son proteínas de membrana presentes en las células eucariotas, cuya estimulación extracelular se traduce en respuestas funcionales dentro de la célula. En función de su secuencia primaria, se pueden clasificar en cuatro clases diferentes: clase A o familia de la rodopsina, clase B o familia de la secretina, clase C o familia del glutamato y clase F o familia Frizzled.1,2 La activación de estos receptores tras la unión de un ligando en la zona extracelular induce cambios conformacionales que permiten al receptor interaccionar con la proteína G adecuada, la cual desencadena una serie de vías de señalización a través de segundos mensajeros. En algunos casos, las ?-arrestinas pueden actuar como vía de señalización alternativa e independiente.3 Los receptores acoplados a proteínas G suponen el grupo más grande de receptores de membrana codificados por el genoma humano (~2%)4 y están asociados a una gran diversidad de enfermedades, lo que les convierte en dianas terapéuticas de multitud de programas de descubrimiento de fármacos. Tradicionalmente, el desarrollo de fármacos que actúan sobre estos receptores se ha centrado en encontrar agonistas o antagonistas que desplazan al ligando endógeno activando o bloqueando el receptor.5 Durante las dos últimas décadas, han aparecido nuevas estrategias como por ejemplo el desarrollo de ligandos biased,6 bitópicos,7 moduladores alostéricos,8,9 pepducinas10 o ligandos dirigidos a heterómeros de receptores acoplados a proteínas G (Figura 1).11 Algunas de estas metodologías han dado lugar a moléculas que se encuentran actualmente en ensayos clínicos o incluso comercializadas...
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