Título: | La política industrial del Siglo XXI |
Autores: | Sebastian Gascón, Miguel |
Tipo de documento: | texto impreso |
Editorial: | Fac. de Ciencias Económicas y Empresariales. Instituto Complutense de Análisis Económico (ICAE), 2019 |
Dimensiones: | application/pdf |
Nota general: |
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Idiomas: | |
Palabras clave: | Estado = Publicado , Materia = Ciencias Sociales: Economía: Economía pública , Materia = Ciencias Sociales: Economía: Economía industrial , Tipo = Documento de trabajo o Informe técnico |
Resumen: |
Cuando Gary Becker pronunció esta frase en 1985 (de hecho, escribió un artículo en Business Week con este título) probablemente se refería a una política industrial bien diferente de la que consideramos en la actualidad y que defenderemos en este capítulo. En los años ochenta del siglo xx, lo que se entendía por “política industrial” era en realidad un conjunto de prácticas proteccionistas e intervencionistas que, sobre todo en Estados Unidos, trataban de frenar el declive de un sector industrial que no había sido capaz de modernizarse y que se veía sujeto a una fuerte competencia, tanto de los “países asiáticos” (por aquel entonces, Japón y Corea del Sur) como de algunos países europeos (Alemania, fundamentalmente). Vehículos más eficientes y adaptados a las necesidades energéticas tras dos sucesivos choques del petróleo, aparatos de televisión más ligeros, baratos y de más alta definición, calculadoras más potentes y de menor tamaño, electrodomésticos más pequeños y asequibles, etc. La llamada “política industrial” en Estados Unidos y en otros muchos países no era otra cosa que acudir a las viejas recetas proteccionistas, como la sustitución de importaciones, las barreras arancelarias, las barreras no arancelarias (homologaciones, certificados de calidad, etc.) o los subsidios a la exportación para tratar de evitar o retrasar lo inevitable. Y también a políticas intervencionistas, como la apuesta por los “campeones nacionales”, la selección de empresas exitosas desde la Administración (picking winners) o incluso la aparición de la banca de desarrollo y los coeficientes de inversión obligatorios para financiar proyectos industriales deficitarios, aunque esta práctica fue más propia de algunos países europeos y latinoamericanos que de Estados Unidos. Lo cierto es que todos estos enfoques, que habían aparecido ya en los años sesenta y setenta, se tradujeron en: — Un menor crecimiento a largo plazo, como resultado de una menor productividad — Un mayor déficit público — Una mayor ineficiencia económica — Una pérdida de bienestar social |
En línea: | https://eprints.ucm.es/57466/1/1934.pdf |
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