Resumen:
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El sistema respiratorio es imprescindible para la obtención del oxígeno necesario para los procesos metabólicos. El intercambio gaseoso tiene lugar a través de la barrera alveolo-capilar, donde el oxígeno y el dióxido de carbono difunden entre el espacio aéreo en los alveolos y los eritrocitos en el torrente sanguíneo. El epitelio respiratorio representa la superficie más extensa del organismo expuesta a la atmósfera y se compone de dos tipos celulares, las células alveolares tipo I (ATI) y las células alveolares tipo II (ATII). Las células ATI constituyen la mayor superficie epitelial destinada a intercambio gaseoso en los alveolos, mientras que la principal función de las células ATII es la síntesis y el ensamblaje de los componentes del surfactante pulmonar en forma de ensamblados de membranas altamente empaquetadas en el interior de organelas ácidas, denominadas cuerpos lamelares. El principal estímulo fisiológico para la secreción de surfactante es el estiramiento del epitelio alveolar durante la inspiración, el cual provoca un incremento en la concentración de calcio citoplasmático que, a su vez, desencadena la fusión de los cuerpos lamelares con la membrana plasmática de las células ATII y finalmente, la liberación de surfactante al espacio alveolar. Una vez secretado, el surfactante pulmonar se adsorbe y se extiende a lo largo de la interfase aire-líquido alveolar, donde el surfactante estabiliza la superficie respiratoria durante los sucesivos ciclos de inspiración-espiración al reducir la tensión superficial. Además de esta función principal, el surfactante pulmonar también participa en la defensa pulmonar contra infecciones provocadas por virus, bacterias y hongos, ejerciendo actividades microbicidas directas u opsonizando patógenos y modulando las respuestas celulares inflamatorias...
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