Resumen:
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La cobertura de una catástrofe es sin duda uno de los mayores desafíos a los que se puede enfrentar un periodista. En pocas ocasiones es tan manifiesto que una información veraz, rigurosa y responsable colabora en salvar vidas y minimizar daños. Pero el grado de especialización periodística en este ámbito está muy lejos de ser equivalente con esa indudable relevancia social. Esta investigación exploratoria ha descrito y analizado la especialización de medios y periodistas en la cobertura informativa de las catástrofes, crisis y emergencias. Los datos analizados proceden de una encuesta cuantitativa realizada a 30 directores de los medios españoles más importantes en prensa, televisión, radio y prensa digital. Se ha completado la investigación con un estudio de caso del Terremoto de Lorca de 2011. Por medio de una triangulación de técnicas cuantitativas y cualitativas se ha estudiado la cobertura de los diarios El País y El Mundo y se ha analizado las experiencias de ocho periodistas que participaron en la cobertura periodística de la tragedia lorquina. Los resultados de la encuesta han sido contundentes: el 82,5% de los directores considera que la cobertura de catástrofes es un área de especialización periodística con características particulares y un relato informativo propio. Sin embargo, se detecta una escasa especialización en las redacciones: el 73,9% de los medios no cuenta con ningún periodista especializado. Una especialización periodística que procede de la experiencia acumulada y de la formación complementaria. Los directores opinan que los idiomas son imprescindibles (69,6%), así como la formación técnica, sanitaria, legal, en protección civil y psicológica. La relación con las fuentes, en un escenario caótico y dramático, también presenta enormes dificultades para el trabajo periodístico: las más utilizadas son la Policía, Guardia Civil, Cruz Roja y UME (86,9%). A continuación se sitúan las víctimas y afectados (78,3%), por encima incluso de las fuentes de la Administración Pública que han perdido presencia en el relato informativo. En cuanto al grado de confianza, los resultados son significativos porque los directores otorgan la misma credibilidad a las víctimas como fuente de información que al Gobierno, sugiriendo un grave descrédito de las fuentes de la Administración Pública. El ejemplo más reciente fue la comunicación pública del Gobierno durante la Crisis del Ébola de 2014: el 60,9% de los directores considera que fue mala o muy mala. Los errores identificados por los directores fueron la mala portavocía (65,2%), los mensajes contradictorios (52,1%), la descoordinación informativa (47,8%) y la utilización partidista de la crisis (30,4%). Los encuestados también han evaluado la comunicación pública del Gobierno en la Crisis de la Bacteria E.Coli de 201l y el Incendio de Guadalajara de 2005. Además se ha analizado la irrupción de las redes sociales en la comunicación de emergencias, por medio del caso del Terremoto de Lorca, la primera gran catástrofe en España narrada a través de internet. El enfoque de la investigación es novedoso e integral porque se han analizado datos sobre medios y periodistas, pero además se ha introducido la visión de la comunicación pública institucional de los Gabinetes de Prensa. Finalmente, hemos concluido que sólo desde una concepción especializada, el periodista puede ofrecer una información contextualizada, global y responsable que cumpla los criterios éticos y contribuya a la reducción de la vulnerabilidad en las catástrofes.
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