Resumen:
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A lo largo del siglo XX, el teatro se rebela contra el imperialismo textual. Paradójicamente, al liberarse de sus tareas funcionales en relación con el drama, la palabra escénica recobra sus posibilidades estéticas y da lugar a una serie de poéticas abiertas más allá de la comunicación como mímesis del diálogo o macroestructura. Angélica Liddell (Figueres, 1966) es un filón a la hora de repensar la dramaturgia. Sin ella sería imposible comprender el teatro contemporáneo nacional y, desde su irrupción en el Festival de Aviñón, el internacional. Entre otros muchos galardones, ha recibido el Premio Nacional de Literatura Dramática (2012) y el León de Plata de la Bienal de Venecia (2013). Aunque es una artista polifacética, destaca como “autora de la palabra” y por una voluntad poética explícita. A partir de 2009, con La Casa de la fuerza y la posterior trilogía El centro del mundo (2013) se produce un salto cualitativo: abandona la idea de fábula y la heterogeneidad triunfa sobre la unidad. Sin dejar de hacer alusión a su trayectoria anterior, situándola en su contexto cultural, y a su último lanzamiento, el Ciclo de las resurrecciones (2015), este estudio se fija en estas cuatro piezas, “un teatro con un mínimo de dramaturgia” (Heiner Müller). Aun cuando esta poética tiene, todavía hoy, muchos detractores, acostumbrados a la inmutabilidad de las representaciones del siglo XIX, e ignorantes de otra herencia, la adjudicación en 2012 del máximo reconocimiento del Estado a La Casa de la fuerza invita a pensar, no solo en una transformación intelectual, en relación con las estrategias de representación, sino social y política...
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