Resumen:
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A lo largo del día nos vemos expuestos a una multitud de estímulos. Desde el momento en el que nos despertamos hasta el minuto en el que nos vamos a dormir nuestra mente procesa miles de datos. Cuántos de estos datos retenemos en nuestra memoria y cuántos son desechados es aún un acertijo por resolver. El motivo por el que no se puede saber con plena certeza qué forma parte de nuestro inconsciente, se debe a que hay una diferencia entre el proceso de codificación de información y el acceso y recuperación de la misma. Si bien mucha información puede ser codificada, esto no significa que tengamos pleno acceso a ella. El estudio de información a la cual no se tiene acceso no es posible, pero el estudio de un fenómeno semejante y contrario si lo es: el “recuerdo” de información que no ha sido codificada. Este fenómeno, denominado “memorias falsas”, nos ocurre a todos. Más de una vez damos por conocidos estímulos a los que realmente nunca hemos sido expuestos. De hecho, no sólo declaramos estímulos nuevos como viejos, sino que a veces incluso lo hacemos con un alto grado de confianza. Un factor que influye fuertemente en la codificación o no de un recuerdo, es la valencia emocional. Está demostrado que aquellos estímulos con una valencia emocional positiva o negativa suelen ser más fácilmente codificados y recordados. Aun así, son susceptibles tanto de ser codificados y no recordados, como de ser recordados a pesar de nunca haber sido codificados. Si bien a diario las memorias falsas suelen ser irrelevantes (e.g., creer haber oído una canción antes), muchas veces declarar memorias falsas como verdaderas puede tener consecuencias de peso (e.g., en un juicio por homicidio). Así mismo, la salud mental se puede medir en un espectro de que tan bien recordamos ciertos aspectos de nuestra vida. Recordar con un alto nivel de confianza eventos que nunca se han llevado a cabo puede ser un indicador de patología mental...
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