Resumen:
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La cristalografía es una ciencia afortunada. Nació en el siglo de los genios, el siglo de Kepler, Galileo y Newton, el siglo de Descartes, Spinoza y Leibnitz, el siglo que significó el albor de la revolución científica. Gracias a ello, la cristalografía nació sin lacras heredadas de ideas y supersticiones arcaicas. Libre de ese pecado original, la cristalografía creció en un ambiente racional inmaculado, enriqueciéndose con los avances de otras ciencias que sirvieron más para clarificar que para modificar los postulados básicos sobre los que se asienta. Cuando, en los primeros años del siglo veinte, se produjo la segunda revolución científica, la cristalografía era ya una ciencia madura, preparada para asimilar los nuevos descubrimientos y conceptos. El resultado fue un segundo periodo de desarrollo caracterizado por un rápido progreso científico que continua en nuestros días. Este libro trata de la historia apasionante de la cristalografía. Comienza con la visión de los cristales en el mundo clásico y medieval para desarrollar en profundidad el periodo que suele denominarse de la cristalografía clásica: Desde Steno, en el siglo diecisiete, hasta Fedorov, Schoenflies y Barlow, en los albores del siglo veinte. En conjunto quince capítulos en los que se desvela que la cristalografía nunca se limitó a los conceptos geométricos que permiten describir la forma y estructura de los cristales. El cristal no es una abstracción geométrica, sino que está constituido por entidades atómico-moleculares que interaccionan para constituir un entramado estructural que determina las propiedades y comportamiento de los materiales cristalinos. El libro culmina con el descubrimiento crucial de Laue en 1912, comprobación experimental de la periodicidad cristalina que abrió camino a la cristalografía contemporánea.
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