Resumen:
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La endocarditis infecciosa (EI) es una enfermedad grave que conlleva una gran morbimortalidad, cuya incidencia ha aumentado en los últimos años, principalmente en pacientes ancianos, portadores de prótesis valvulares (PV) y en aquellos con dispositivos intracardiacos (DIC); y cuya mortalidad, a pesar de los grandes avances terapéuticos, ha permanecido inalterada en las últimas décadas. El diagnóstico precoz de la enfermedad es fundamental. Permite la instauración del tratamiento antibiótico apropiado de forma temprana y evita en gran medida la aparición de las posibles complicaciones letales que pueden presentarse. Sin embargo, la gran variedad de gérmenes causales, la posibilidad de afectación de distintas válvulas y dispositivos intracardiacos, el amplio espectro de manifestaciones clínicas y la creciente comorbilidad de los pacientes, hacen que en muchos casos el diagnóstico suponga un auténtico reto. Actualmente, éste se basa en hallazgos clínicos, microbiológicos y ecocardiográficos, según los Criterios modificados de Duke (CD), que tienen una sensibilidad del 80%, aproximadamente. No obstante, la capacidad de diagnóstico en los estados iniciales de la enfermedad es bastante menor, lo que retrasa el tratamiento y por tanto aumenta la morbimortalidad de la EI. Este problema es incluso más evidente en pacientes portadores de PV y DIC, en los que la precisión diagnóstica de la ecocardiografía es menor, que en otros escenarios...
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