Resumen:
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El Macizo de Peñalara se localiza en el sector central de la Sierra de Guadarrama (Sistema Central Español) y sus cimas sobrepasan en unos 200 m el nivel general de cumbres que presenta aquí 2100 m de cota media absoluta (Fig. 1). En la estructura de bloques (Block mountain) que caracteriza el relieve de esta montaña intraplaca de reactivación Alpina, el Macizo de Peñalara corresponde a una dovela flanqueada por bloques más deprimidos (Fig. 2). Los límites del Macizo están asociados a fallas y, dentro de ellas, destacan las pertenecientes a los sistemas NNE-SSW y NNW-SSE (Fig. 3). La litología dominante del zócalo son ortogneises glandulares (también hay algunos leucocráticos) de edad preordovícica. Localmente aparecen rocas plutónicas (leucogranitos aplíticos) y filonianas (Aplitas) del ciclo hercínico. Los sedimentos de las coberteras mesozoicas (del Cretácico) y cenozoicas (del Paleógeno y Mioceno) y los recubrimientos de mayor entidad (de origen fluvial) se localizan en la fosa o depresión intramontana aledaña de El Paular o Alto Lozoya (Fig. 4). En el Macizo, sin embargo, afloran los materiales del zócalo o aparece recubiertos por Formaciones Superficiales o depósitos reciente (cuaternarios) discontinuos y de poca entidad: es le caso de los depósitos fluvioglaciares y torrenciales de los fondos de las gargantas, los tills de los complejos morrénicos pleistocenos (Fig. 5), y los depósitos de vertiente (aglomerados de bloques o canchales y lenguas de solifluxión) debidos a la actividad periglaciar. En hombreras, rellanos, y planicies de las cimas o de los piedemontes, abundan las depresiones semi-endorreicas (navas, algunas de origen cárstico) donde se producen fenómenos de decantación de finos (limos, arcillas) y reducción (depósitos turbosos). En las cimas y tramos superiores de las laderas, en cotas que superan los 2000 m., hay formaciones de ambiente frío (nivación y ciclos de helada), con signos de actividad. Son surcos o canales de arroyada por fusión nival, flujo de derrubios (debris flow), pedreras de bloques con crestas de imbricación, y suelos estructurados (rosetas, guirnaldas, enlosados) con signos de flujo (Figs. 6 y 7). La magnitud e intensidad de dichos fenómenos, es un tema que se debe investigarse en profundidad y servirá para concretar la idoneidad o no de definir estas áreas como un verdadero ambiente o piso periglaciar.
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