Resumen:
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El comercio internacional se está definiendo en una parte cada vez más considerable por la conjunción de un proceso de liberalización comercial y de un desplazamiento de la actividad productiva (IED), en función de los criterios de especialización clásicos. En este planteamiento, como en tantas ocasiones, los intereses e iniciativas privados van muy por delante de los acuerdos oficiales, de carácter bilateral o multilateral, y de las iniciativas de los organismos internacionales. Sus objetivos estimulan el diseño de actuaciones alternativas y buscan posibilidades de negocio sorteando las limitaciones derivadas de malos o insuficientes acuerdos oficiales. El deseo de propiciar un acceso competitivo a un mercado y la mejora de la competitividad de la empresa en el mercado de terceros países estimulan la deslocalización industrial y la integración vertical de los procesos productivos de empresas comunitarias y sus socios comerciales con economías en desarrollo. Estas actuaciones requieren unas dotaciones de personal cualificado, especializado en el conocimiento del entorno internacional en sus diferentes aspectos (comercial, fiscal, jurídico, etc) que –de facto- expulsan de esta estrategia a las pequeñas empresas, reservando estas actuaciones para las entidades de mayor tamaño. Sin embargo, creemos que esto no es un elemento exclusivo de los diseños de esta nueva arquitectura comercial.
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