Resumen:
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El romanticismo no supuso el fin del interés por la Edad Media. En el arte, la historia, la música y el mundo de las letras, la corriente medieval siguió vigente hasta finales del siglo XIX dentro del ámbito europeo. Este aprecio por lo medieval es fácil de comprobar en los estudios fundamentales que sobre la literatura española del Medievo se hicieron el último tercio del siglo XIX, como la historia crítica de la literatura española de J. Amador de los Ríos, la Antología de poetas líricos castellanos de Menéndez Pelayo, los tomos que la Biblioteca de Aurtores Españoles dedica a autores medievales y los primeros trabajos de Ramón Menéndez Pidal. A través de romances, dramas, novelas históricas o folletinescas, artículos periodísticos , impresiones paleográficas y ensayos filológicos, es posible rastrear las huellas del Medievo en estos años. Particularmente interesante es contrastar las diferencias en el tratamiento de la Edad Media en la época romántica, realista o modernista. Tras una larga explotación ramántica, el medievalismo evoluciona hacia la representación psicologista y arqueológica, descarnada y crítica del Realismo/Naturalismo, para más tarde, hacia finales del siglo y con el advenimiento del Modernismo, derivar hacia la más pura recreación gestual: el argumento deja de tener una significación funcional y se convierte en escusa para la presentación de unos valores estéticos o simbolistas. La visión cintificista y desmitificadora del Medievo del Realismo desembocará en la corriente modernista, sin que en su camino falten ni el humor ni el didactismo de moraleja, reflejados sobre todo en las composiciones poemáticas. Durante esta evolución, el medievalismo irá perdiendo fuerza ideológica para transformase en tema estético, y como consecuencia de ello se produce una cierta teatralización, hacia un Medievo manierista de gestos e imágenes descontextualizados donde no importa la veracidad histórica
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